Dar y recibir (Hechos
20:35)
Por: Hno. Guillermo Palestina
En todo os he
enseñado que, trabajando así, se debe ayudar a los necesitados, y recordar las
palabras del Señor Jesús, que dijo: Más bienaventurado es dar que recibir.
Hechos 20:35.
Este es un tema profundo que toca directamente nuestra escala de valores. Vivimos en una sociedad que nos empuja constantemente a recibir, tener y poseer. Es fácil dejarnos arrastrar por esa corriente consumista, que pone el énfasis en lo que podemos obtener antes que en lo que podemos dar.
El mundo actual promueve una mentalidad centrada en el bienestar
individual. Muchas personas viven comparándose con quienes parecen tener más
éxito, lo cual genera frustración, amargura y desánimo. En esa forma de vivir,
anhelamos más dinero, más comodidades, más viajes y una constante sensación de
plenitud personal. Sin embargo, esta forma de pensar nos aleja del gozo
verdadero que proviene de vivir en generosidad y servicio.
Incluso entre creyentes se ha vuelto común escuchar frases como: “¡Si yo
tuviera, yo daría!”, pero esta expresión, aunque parece inocente, revela una
actitud equivocada. La verdad es que siempre tenemos algo que podemos ofrecer y
compartir. La generosidad no depende de la abundancia, sino del corazón
dispuesto. Como dijo Jesús al observar a la viuda pobre: “Ésta ha echado más
que todos” (Lucas 21:3).
El Espíritu del Señor, por medio del pasaje de Hechos 20:35, nos invita
a vivir en una dirección diferente: “Más bienaventurado es dar que recibir.”
Estas palabras de Jesús nos ofrecen una promesa y un camino de plenitud. Dar no
nos empobrece, nos enriquece espiritualmente. Al levantar la mirada hacia las
necesidades de otros, encontramos propósito, gozo y comunión con Dios.
El Espíritu Santo nos impulsa a dejar atrás las palabras vacías y a
abrazar acciones concretas. Cada uno de nosotros ha recibido algo de parte de Dios,
y eso que tenemos puede ser canal de bendición para alguien más. La generosidad
no es exclusiva de quienes tienen mucho, sino una oportunidad abierta para
todos los que desean reflejar el amor de Cristo en su vida cotidiana. Este
pasaje nos anima a vivir el dar como una disciplina espiritual transformadora.
Al dar, edificamos a otros, pero también somos edificados. En el acto de dar,
Dios también nos bendice y multiplica nuestras fuerzas.
Como dice Proverbios 11:25: “El alma generosa será prosperada; y el que
saciare, él también será saciado.” Y también Gálatas 6:9-10 nos recuerda: “No nos cansemos, pues, de hacer
el bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según
tengamos oportunidad, hagamos bien a todos...”
Hoy más que nunca, la Iglesia del Señor y el mundo en lo general, necesita
creyentes con espíritus más generosos, animados y comprometidos con hacer el
bien. ¡Todos podemos ser uno de ellos! Que el Espíritu del Señor nos conduzca a
vivir con un corazón dispuesto, practicando una generosidad sincera, constante
y alegre, que toque vidas y glorifique a Dios.