Una Fe, poderosa en
Cristo
(Filipenses 3:3-11)
Por: Hno. Guillermo Palestina
El texto de Filipenses 3:3-11, nos
muestra el corazón de un ser verdaderamente apasionado por Cristo. Es increíble
la transformación que el Espíritu Santo llevó a cabo en el apóstol Pablo. Tal
transformación operó desde su corazón para brindarle una profunda pasión por
Dios y su obra. Su actitud me hace recordar el texto que declara que: “al
que mucho se le perdona, mucho ama” (Lucas 7:47).
Realmente se
requiere un corazón muy humilde para aceptar el cambio de dirección que Dios
pide de nosotros y poder entregarnos por completo en esa nueva senda. Así
podemos mirar claramente que los zapatos del apóstol son de una talla que
resulta muy difícil de llenar. Más bien, quisiéramos estar caminando en la
misma dirección, como él mismo nos anima a imitarlo en esta forma de vivir su
fe (1 Corintios 11:1).
Es de resaltar el
poder que operó en su corazón, que lo volvió un creyente incansable. Su
testimonio nos da cuenta de cómo estuvo dispuesto a soportarlo, casi
literalmente todo, en pos de Cristo y de su obra en la tierra, es decir, su
Iglesia. De hecho, él era plenamente consciente de esto cuando dice: “Todo
lo soporto por amor de los escogidos, para que ellos también obtengan la
salvación que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo 2:10).
Su predicación,
siempre sin doblez, lo llevó a afrontar múltiples adversidades, tanto de los
gentiles como de los judíos, e incluso de los falsos hermanos. Pero la verdad
de Dios en él nunca fue algo negociable, ni algo que estuviera en la mesa de la
incertidumbre. Por el contrario, la sana enseñanza del Espíritu Santo siempre
fue un fundamento inamovible que distingue su ministerio hasta nuestros días.
De hecho, él mismo declara por escrito: “Porque no nos hemos descarriado ni
torcido al comunicarles la palabra de Dios, sino que la hemos hablado con
sinceridad delante de Dios, como enviados por Dios” (2 Corintios 2:17).
El apóstol
enfrentó muchas circunstancias en las cuales hubiese podido usar de artimañas
políticamente correctas para salir de situaciones difíciles. Pero nunca
manipuló la verdad de Dios en pos de conseguir resultados superficiales, sino
que: “Antes bien, renunciamos a lo oculto y vergonzoso, no andando con
astucia ni adulterando la palabra de Dios, sino por la manifestación de la
verdad” (2 Corintios 4:2).
Hoy día, nos vemos
en la tentación de orientar nuestros esfuerzos hacia los resultados y los
números, como si humanamente pudiésemos comparar nuestro éxito con el éxito
maravilloso de los planes de Dios.
Sin embargo, con
el tiempo y la madurez debemos darnos cuenta de que, para Dios, es importante
el fruto, pero también el árbol. Pues Dios no considera los resultados
obtenidos por medios deshonestos.
En ningún momento,
Pablo buscó el favor de los hombres, sino ser agradable a Aquel que nos ha
llamado al ministerio. Esto último lo deja categóricamente claro cuando declara
en la carta a los Gálatas: “Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el
de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Si todavía agradara a los hombres,
no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1:10).
Sea Dios quien nos
bendiga por medio de su mismo Espíritu, que operó en el apóstol y que ahora
está en nosotros. Dios les bendiga en todo, hermanos.