La semilla de Dios en el mundo – La
Iglesia
(Mateo 13:24-30, 36-43)
Por Hno. Guillermo Palestina
La parábola narrada por el Señor en Mateo 13, respecto al trigo y la
cizaña, como bien sabemos, NO se refiere al contexto de la Iglesia, sino que en
realidad el tema es el juicio de Dios sobre el mundo que Él ha creado y por
tanto esta en el ámbito de su reinado y autoridad.
El texto, nos permite observar la cosmovisión divina en cuanto a la
labor de la Iglesia, como siendo sembrada en el mundo, no físicamente separada
de él, sino colocada en medio del mundo como parte del reinado de Dios, a fin
de crecer en medio de el.
Jesús no sembró el trigo en un jardín protegido, sino en el mundo real,
donde hay maldad, injusticia y confusión. El texto lo enseña claramente al
afirmar que, en esta parábola en particular, “el campo es el mundo”.
Lo anterior implica que la Iglesia debe mantener una vocación misionera,
pues el trigo (la iglesia) debe crecer entre la cizaña (los
incrédulos), a fin de influir e identificar a aquellos que son de la
semilla del Señor.
Existe un texto antiguo que dice: “En un lugar donde no hay hombres,
esfuérzate tú por ser un hombre” (Avot 2:5). La Iglesia representa esa imagen
del “hombre” en medio de un mundo sin dirección; un pueblo que debe levantarse
para anunciar el evangelio de la paz.
La parábola, de manera categórica, nos indica que el mal no será
erradicado hasta el fin, y que intentar arrancar la cizaña antes de tiempo
puede dañar al trigo y a la obra de Dios. Por ello, no es tarea ni de los
ángeles ni del hombre, en este momento, separar el trigo de la cizaña. Esto no
significa que el creyente no deba discernir entre el bien y el mal, sino que la
determinación del juicio, de salvación o condenación, corresponde solamente a
Dios. El intentar tomar ese juicio en nuestras manos puede ir en contra de la
obra divina, pues el texto dice: “No, no sea que al arrancar la cizaña
arranquéis también con ella el trigo.”
Dios llama a la Iglesia a vivir con paciencia escatológica, no con
ansiedad mundana. Pues el tiempo de la cosecha vendrá, y Dios juzgará con
justicia. En ese día, el trigo será recogido en el granero de Dios, y la
cizaña, quemada.
Entonces se cumplirá lo que dice el texto: “Los justos resplandecerán
como el sol en el reino de su Padre.”
De esta manera, la parábola de la cizaña no nos llama a intentar
eliminar la maldad en la sociedad por nuestras propias fuerzas, sino a ser trigo
fiel, crecer, dar fruto y esperar al Dueño del campo. Dios plantó a su pueblo
en el mundo para que sea luz. Como dijo Jesús en Juan 17:15: “No ruego que los
quites del mundo, sino que los guardes del mal.”