La importancia de
una conexión personal (Juan 4:4-42)
Por: Hno. Guillermo
Palestina
En el relato del ministerio de Jesús que nos presenta el evangelio de Juan, en el capítulo 4, verso 4, leemos: “Y le era necesario pasar por Samaria”. Esta declaración no parece ser simplemente una observación geográfica, sino una expresión que refleja la intención del Señor.
Samaria no era una simple escala en el viaje de Jesús, sino un objetivo ministerial claramente previsto, aun cuando esto resultara escandaloso e incomprensible dentro del marco religioso de su época.
De inmediato, observamos a un Jesús que esta de hecho, presionando los límites culturales y religiosos de su tiempo de maneras sorprendentes. A continuación, destaco algunas de estas acciones que son evidentes y profundamente significativas:
- Jesús no sigue la ruta tradicional del pueblo hebreo (la vía de Jericó) para subir a Galilea, sino que decide alterar el camino acostumbrado con tal de pasar por Samaria.
- Jesús entabla una conversación a solas con una mujer, algo impensable para un varón judío, mucho menos para un maestro, y absolutamente sorprendente viniendo del Mesías.
- Esta mujer, además, era samaritana. Recordemos que los judíos consideraban a los samaritanos como gentiles e impuros, por lo que este encuentro quebrantaba normas profundamente arraigadas.
- Por si fuera poco, la mujer tenía una reputación moral cuestionable. No se trataba solo de una figura marginada por su etnia, sino también por su vida personal, lejos del estándar religioso esperado.
- Y aun así, Jesús no solo le habla, sino que está dispuesto a beber agua del recipiente de esta mujer. Para los estándares judíos, ese recipiente era vil e impuro, y sin embargo, el Hijo de Dios se identifica con ella y rompe ese muro invisible.
En estas fronteras que Jesús decide cruzar por amor al ser humano, se nos revela una vez más el carácter del Dios que vino a salvarnos. El amor de Dios lo llevó a hacer lo impensable por nuestra redención. No solo descendió del trono celestial para tomar forma humana, sino que también rompió con los parametros religiosos, culturales y sociales, con tal de que su santidad y su gracia pudieran alcanzar a todos, incluso a nosotros.
Mucho podemos aprender del ejemplo ministerial de nuestro Señor. Aunque muchas veces fallamos en imitarlo plenamente, cada vez que volvemos a leer este pasaje, se nos abre una nueva oportunidad para refrescar nuestra mente y nuestro corazón, y recordar que no debemos juzgar ni prejuzgar a los inconversos que buscan la salvación que viene de Dios. Debemos estar dispuestos a entablar una relación humana, sincera y compasiva con los no creyentes.
De hecho, esta historia nos enseña que también a nosotros “nos es necesario” mirar a aquellos que han sido marginados por la sociedad, porque Dios los está buscando también a ellos.
Por tanto, debemos estar dispuestos a ser incluso, poco ortodoxos y valientes, si eso implica llevar el mensaje del Reino de Dios a quienes más lo necesitan. Porque el evangelio es, de hecho, una luz que se extiende para iluminar hasta los lugares impuros, rotos y olvidados del mundo.