La disciplina personal (1 Timoteo 4:16)
Por: Hno. Guillermo Palestina
"Ten cuidado
de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás
a ti mismo y a los que te oyeren."; 1 Timoteo 4:16
Las cartas pastorales
gozan de un mensaje que en lo general es profundamente personal. Esta porción nos
demuestra que el ministerio no empieza en la multitud, sino en el corazón del
ministro. Antes de poder guiar a otros, la Palabra nos recuerda que debemos
guardar nuestro propio caminar. El sabio lo expresó así: “Sobre toda cosa
guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida” (Proverbios 4:23).
Cuidar de nosotros mismos implica examinar constantemente nuestras
motivaciones, pensamientos y decisiones a la luz de la enseñanza de Cristo.
El texto también nos
dirige hacia la doctrina. En tiempos donde abundan diversidad de “vientos de
doctrina” (Efesios 4:14), la exhortación es clara y puntual a
permanecer firmes en la enseñanza apostólica. Jesús mismo oró por sus
discípulos diciendo: “Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad” (Juan
17:17). La fidelidad a la doctrina no es un ejercicio intelectual vacío,
sino una manera de permanecer fundamentados en la verdad que nos guarda del
error y nos sostiene en la fe, pues es bien sabido que el fruto del árbol no podrá
ser bueno casualmente, sino que requiere invariablemente de una buena semilla
que germine la raíz, pues esta es el fundamento del fruto.
El tercer énfasis del
pasaje es la perseverancia, el texto nos dice “persiste en ello”. El
camino del ministerio no está exento de cansancio o dudas, pero la constancia
en la fe trae el fruto. Hebreos 10:36 lo recuerda: “Porque os es
necesaria la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis
la promesa”. La persistencia en el cuidado personal y en la enseñanza fiel
es el medio que Dios usa para salvarnos a nosotros mismos y bendecir a quienes
nos escuchan.
Este pasaje, entonces,
es un mapa espiritual de desarrollo progresivo para el ministro, en el cual
aprendemos: cuida tu corazón, guarda la doctrina, y persevera en la misión. Así
se cumple lo que Pablo escribió también a Tito: “Tú habla lo que está de
acuerdo con la sana doctrina” (Tito 2:1). Y cuando lo hacemos, no
solo nos sostenemos en la gracia, sino que colaboramos eficazmente en la edificación
de la Iglesia del Señor, llevando la luz de la verdad, en esperanza y salvación
a los oyentes.